Tercera Sesión,
28 de agosto de 2002,
9 a.m. a 1 p.m.
Caso 16. Testimonio
del señor Walter Escobar Batallanos
Sofia Macher:
Llamamos al siguiente testimoniante el señor
Walter Escobar Batallanos. El nos va a relatar de una incursión
de Sendero Luminoso en el año ochentinueve en la comunidad
del Progreso. Nos ponemos de pie, por favor.
Señor Walter Escobar Batallanos, formula usted promesa
solemne de que su declaración la hace con honestidad
y buena fe y que por tanto expresará sólo la
verdad en relación a los hechos que nos va a relatar.
Sí.
Gracias.
Carlos Tapia:
Señor Walter Escobar, en primer lugar
queremos agradecerle el hecho de que haya venido usted voluntariamente
acá a la audiencia de la Comisión de la Verdad
para contarnos lo que ha sucedido con usted, con su hermano
y los momentos de dolor que usted ha padecido. Este seguro
que, lo que nos cuente va a servir para esclarecer el proceso
que nos ha tocado investigar, no solamente a los miembros de
la comisión sino toda la audiencia y a todo el pueblo
peruano que lo escucha atentamente por los medios de comunicación
que ahora están presentes.
Lo invitamos a que de inicio
a su relato.
Walter Escobar:
Bien, señores miembros de la Comisión
de la Verdad, público presente tengan ustedes muy buenos
días. Mi nombre es Walter Nicanor Escobar Batallanos,
vecino del distrito de Progreso de la provincia de Grau.
Es
verdad, triste es recordar los momentos de aquel entonces,
cuando uno sufre. Digo esto y se lo voy a contar al público
presente y a todos ustedes señores miembros de la verdad.
Con mucha claridad y honestidad. No solamente del hecho ocurrido
a mi familia sino también a todo el distrito del Progreso.
Puesto de que ese distrito ha sido uno de los pueblos más
golpeados de la provincia de Grau, dejando a tantos niños
huérfanos, dejando a tantas viudas que actualmente se
encuentran muchas de ellas inválidas, y muchos jóvenes
sin haber terminado sus estudios secundarios.
Y mucho menos,
el estudio superior. En mi distrito de Progreso, apareció la subversión del Sendero Luminoso en
el ochentiocho, mil novecientos ochentiocho, cuando mi persona
ejercía mi carrera de docencia en el distrito de Huayapi.
En ese entonces, era un mes de junio de un día jueves.
Y el quién habla, se tenía que recoger de ese
distrito a mi pueblo de Progreso, todos los viernes de una
caminata de cinco horas, a lomo de bestia o en su defecto a
pie.
Cuando volteé los cerros, esas alturas donde no hay
gente, donde no hay nadie, zonas inhóspitas, mi pueblo
había estado sin energía eléctrica porque
Progreso, aquel entonces, gracias a las compañías
mineras que nos ha dejado las reliquias contaba con su propio,
con su propia planta eléctrica, donde nosotros teníamos
luz. Quizás mucho más antes de la provincia de
Grau, contabamos con todas esas necesidades, pero lamentablemente
llegué a esa zona y vi que posiblemente pasó algo.
Eran las ocho, nueve de la noche, seguía transitando,
díez de la noche llego a mi pueblo, paso por la plaza
del Progreso, había un señor, profesor Bacilio
Vargas, quién también se estaba recogiendo a
su domicilio que todavía queda a veinte minutos de la
población. Y me saluda, señor buenas noches con
cierto miedo, con cierto susto.
Yo le dije ¡hola tío, como estás!, me
pasé. Hasta ese momento, no sabía nada. Llego
a mi humilde casa, mis padres estaban hay muy tristes, penosos,
esperándome que llegue. Y mi hermano que en paz descanse
salió. ¡Waltico!, me dice, ¿recién
llegas?, así le dije. Hermano, tenemos que apurarnos
para poder ir a la cabaña porque anoche incursionaron
la subversión y están obligando a todos los jóvenes
a que marchen en sus filas y no quisiéramos caer ese
error. Vámonos que actualmente se encuentran aquí,
en la casa la familia Huamán. Ese entonces, el señor
Grimaldo Huamán y su esposa y su hijo, Omar Huamán.
Bueno, partimos a las once de la noche de mi casa a mi cabaña,
a la comunidad de Yacancha, donde estaba todos mis animales.
Amanezco y al día siguiente como joven dije -voy a tener
que regresar a la población-. Y mis papás me
dicen -no hijo, no vayas, esto es lo que ha pasado-. Han victimado
al teniente alcalde, al profesor Arístides Gutiérrez,
dejando siete a ocho hijos menores en la calle sin su casa.
Su esposa, viuda, no vayas.
Pero, no hice caso, me fui. He
ido a la población,
le saludé al viuda, a sus hijos, a todos los profesores.
Bueno, pasa este mes, en el mes de julio, como de costumbre
la sociedad y las instituciones de nuestro Perú, hasta
la fecha todavía continúa la situación
de las corrupciones, las inmoralidades y en ese entonces, en
el mes de julio, yo no contaba con ningún centavo.
Abril,
mayo, junio, julio, sin sueldo trabajando en el distrito de
Huayapi. Ya visitaban los de la base militar de Chuquibambilla,
visitaban las bases militares de Aquira, Totora, Collurqui.
En uno de esos llega la base militar de Chuquibambilla y comentarios
de los vecinos, me dicen -Walter, cuídate la base vino
a tener que recogernos, recogerlos a ustedes, a tu papá,
a Nicolás Escobar Gonzáles, Julio Macario, Julio
Macario Escobar Batallanos, Walter Escobar Batallanos. Al profesor
Melitón Huamaní, al profesor Juan Gallegos, al
profesor Marco Caban Paiva. Todos ellos están pedidos
y serán conducidos por la base.
No hice caso, tenia
la necesidad de venirme acá a la
ciudad de Abancay a hacer mis trámites. Correspondientes
de mi sueldo. Tampoco he sido atendido en la Dirección
Regional de Educación, tenido que pasar también
peripecies, necesidades de gastos económicos, en esta
ciudad hospedado en uno de los hoteles y tuve que irme al día
siguiente, sólo había un carro hacia la provincia
de Chuquibambilla.
Y al ver que había muchos pasajeros en el carro, en
el camión, he tenido que desistir mi viaje y quedarme
nuevamente. Y a las horas de las cuatro a cinco de la tarde,
veo pues al frente del hotel bajar del carro de un camión,
a mi hermano, al profesor Melitón Huamaní, Marco
Cabana conducido por un Policía Nacional.
Donde le policía buenamente les deja con cierta confianza
a tener que descansar esa noche por lo menos bajo un techo
bueno y presentarse al día siguiente en la base militar
de Abancay. Mi hermano me dice -no te acerques, pasa allá-.
Y cuando se fue el policía, ingresamos al hotel, todos
conversamos todo lo que estaba ocurriendo y ellos han sido
conducidos por la base militar de Chuquibambilla hasta Chuqui
y de Chuquibamiblla, conducido por la Policía Nacional.
Donde me mencionan de que toda la familia Escobar, estabamos
pedidos por la incursión suscitada en el distrito de
Progreso, en ese mes. Entonces, mi hermano muy valientemente
dice -hermanito no te preocupes, profesores vamos a servirnos
una comida, quizás mañana no vamos ni poder,
ni comer-. Nos fuimos a una pollería muy cercano al
hotel. Nos servimos nuestra comida y todavía se pide
sus dos cervezas. Y luego nos fuimos a descansar y al día
siguiente tempranito a las ocho de la mañana se fueron
a presentarse.
Yo no les he acompañado. Porque como también
estuve pedido, no se podía. Todo el día he tenido
que esperar el resultado de cómo iba ir el trámite.
Supliqué a uno de los parientes de Marco Cabana, quién
había sido, no recuerdo exactamente el nombre ni el
apellido, cuñado de su hermano mayor de la zona de Totora.
Era el único que hacía los trámites. Y
a las seis de la tarde recién, me avisa de que ya le
habían pasado a la ex PIP, en ese entonces PIP Nacional.
Bueno, de ahí empecé a tener que agilizar los
gastos, su alimentación, cama. Pero lamentablemente
los pobres estaban incomunicados y cada uno en diferentes celdas.
Y de repente nomás, me encuentro al día siguiente
con el hermano menor del profesor Marco Cabana, Felix Cabana.
Me dice -hay que hacer esto-, y de pronto nos vimos con el
profesor Edy Huamán y su señora esposa que desde
aquí yo agradezco a esa familia tan dignamente nos ha
apoyado en conseguir un abogado.
Hasta ese momento yo no tenía la facilidad de ingresar
a la PIP. Bueno, ya teniendo un abogado. Tras al día
siguiente ingresé a la PIP, y el señor policía
sargento Bezada, no sale cuando ya estabamos esperando para
poder alcanzar su comida a mi hermano o a nuestros hermanos,
con el hermano menor del señor Marco Cabana, en la sala
de espera y sale el señor sargento, el señor
policía, -oye- con palabra sues -oye cojudos, ¿ustedes
ya consiguieron abogado?- sí jefe.
Son cojudos, porque
no nos dejan una chanchita. Y sin abogado se resuelve. Así, así tenemos de policías.
Por eso digo que nuestra sociedad, en el Perú, es totalmente
corrupta.
Entonces, dijimos que sí tenemos nuestro abogado. Después
de eso llegó el doctor Noblega Peña, conversamos,
agarré la fuerza y voluntad, el valor moral de tener
que apersonarme a su oficina del señor Bezada y decírselo
la verdad. Señor Bezada, yo soy el hermano de Julio
Escobar, quiero saber la verdad, ¿es cierto que estoy
pedido y mi señor padre también?, sí,
sí. Ahora sí cholo, te quedas. Ya no tienes salida.
Terrucos, no.
Entonces, en cierto modo he tenido miedo, le
dije -por favor. Nos soy terruco, nada, sino simplemente si
fuera terruco, no
estaría yo acá-. Se lo estoy aclarando le dije.
Y me pidió una chanchita diciendo. Yo ni siquiera sabía
que cosa era chanchita. Y había sido pues una coima.
Y en ese entonces se ganaba intis. Tenía que ir, hacer
lo posible de tener que conseguir dinero, darle ese dinero,
y decir por favor -le dejo pero me da libertad a tener que
traer a mi padre pa prestar mi manifestación aquí-.
Yo he sido el que he tenido que traerle a mi señor padre,
cruzando los cerros y los montes, las quebradas, trayendo nuestras
mulitas y los pocos caballos que nosotros teníamos en
ese entonces.
Para tener que sostener nuestros gastos, de alimentación,
hospedaje, todo aquí en la ciudad de Abancay. De alguna
medida llegamos a Chuquibambilla. Vendimos nuestros animales,
hemos tenido que venirnos. Esperamos, era un día domingo,
esperamos el izamiento de la bandera, termina el desfile, ingresamos
a la PIP. Hemos tenido que presentar nuestra manifestación
y ya vuelta aumentarle la coima. Pero mientras eso, mi hermano
seguía adentro detenido. Seguía también
de alguna medida ayudándonos el señor Huamán,
una vez más, aclaro.
Bueno, ya eran quince días. En los quince días
también en nuestra familia, mi mamá, mis hermanos
preocupados en la casa, mi hermana menor Carmen Escobar había
venido con la dirección a la ciudad Abancay y de pronto
no dejaron pasar en la delegación de Lambrama, porque
todos los viajeros que venían de Chuqui, se quedaron
hay. ¿ Por qué?, porque simplemente hubo una incursión
o un enfrentamiento en el sitio llamado Suncho. Debe ser jurisdicción
de Lambrama, también eso. Con la base militar y con
el terrorismo. Pobre mi hermana también sufriendo hay,
durmiendo en la intemperie, con todas sus cosas. Ya al día
siguiente llega. Y felizmente, ya mi hermano salió.
Para esa fecha estuvimos aquí un día porque en
las mañanas nomás hay carro y al día siguiente
tuvimos que irnos con la dirección de nuestro pueblo.
A partir de esa fecha, la familia Escobar ya empezó a
ser golpeado. Hemos sido, consecuentemente detenidos en cada
delegación, llámese en las delegaciones de Lambrama,
Cunyac. Solamente, la constancia de nuestra manifestación
nos salvaba, nos tenía que liberar de la detención
que nosotros pasábamos.
Bueno, llegó un mes de setiembre donde nuevamente me
traslado del distrito de Huayapi a tener que exigir mi sueldo
y en Lambrama me detienen y pa mi suerte, un compañero
de estudios policía, había estado laborando en
ese delegación, he tenido que ser absuelto.
Pasé el año, llegué al año mil
novecientos ochentinueve, seguía las visitas de las
bases militares de diferentes distritos. Asimismo, también
las incursiones permanentemente. Era un pueblo ya prácticamente
donde la subversión se estaba adueñando territorialmente,
el distrito el Progreso. Y llega un momento, de un primero
de noviembre de ese año, de mil ochocientos, digo de
mil novecientos ochentinueve, donde él quién
habla ha sido víctima de una ejecución.
Lamentablemente
yo quisiera comentarles esto bien claro, no tengo miedo, estoy
seguro que aquí, dentro de los oyentes
puede haber y pueden estar también. Solamente, digo
que se entienda no hacernos daño entre personas y humanos
que somos, de esa naturaleza. Por eso quiero aclarar y partirlo
con firmeza y certeza de tener que, comentarles para que esta
Comisión de la Verdad actúe y no se olvide de
todos aquellos que hemos sido golpeados en esa época.
Ese primero de noviembre, un día feriado mi señora
madre, siempre acostumbra atener que preparar sus viendas y
poner las ofrendas para sus seres queridos. Ese entonces, ese
día nosotros llegamos con mi señor padre, de
las comunidades de Casanca y Capilleo, porque mi señor
padre era ganadero. Fuimos nosotros a tener que conseguir ganados,
y tener que regresar para almorzar. Todavía le dije
a mi papá. Papá, nos quedamos, ¿por qué no
nos quedamos en esas comunidades? Y me dice -hijo, no tiene
ni porque quedarte, tu señora madre ha preparado viendas
y tenemos que estar todos-. Vámonos. Nos venimos, almorzamos,
todos preparamos y ese día, mi hermano que en paz descanse,
estaba también en las comunes de Anchapiyai, Pamputa,
en las jurisdicción de Coyurqui.
A las horas de las
cinco a seis de la tarde más o menos,
todavía yo me quedé, ¿por qué?,
por la imprudencia, por no obedecer a mi mamá, porque
mi señora madre dice -hijo después de que tu
has empezado a tener que trabajar- te olvidaste un poco de
nosotros. A tener que cuidar nuestros animales ¿Por
qué no vamos abajo?, yo le dije -no mamá, estamos
próximos del fin del año, necesito avanzar con
mis documentos y quedar bien con la dirección del centro
educativo y con el pueblo, con los padres de familia tengo
que avanzar mis documentos-, me quedo.
Y a las horas de las
cinco, a seis de la tarde, salí de
mi casa a una tienda que era vecino también de nosotros,
onde el profesor Copaja, Carlos Copaja, que ahora ya él
también se encuentra por la ciudad de Arequipa. Estamos
conversando, dialogando, allá aparece un amigo Ezequiel
Pinto, aparece también Hilario Chalco, donde ellos vieron
ingresar a un militar, supuestamente uniformado con arma de
fall.
Y estos señores, de miedo como ya vivíamos en
zozobra, de susto, todos teníamos ese miedo, se escaparon,
se fueron por un lado. Se va aproximando a la tienda y yo me
quedé. Me pregunta ¿profesor Walter, profesor
Walter?, documentos. Lo tenía documentos a la mano.
Le entregué. Ahí está mis documentos, ¿dónde
vives?, acá esta mi casa.
Me lleva a mi casa, me dan
mi culatazo, me dan mi patada. No decía ni jefe, ni compañero, porque no sabía
quién era. Dudaba. En la despensa, en el cuarto de mi
mamá. En la despensa donde hay todos los productos ahí me
metieron. Y estaba colgado una honda, la famosa huaraca que
conocemos en quechua. Con eso empezaron a mancuernarme, mancuernado
con las manos atrás. Y cuando de repente, pasó ese
rato el señor Lino Venero, con su señora esposa.
De miedo a su casa porque al lado también vive. En
ese entonces, me pateaban, me golpeaban, pero yo no sabía ¿quién
era?, y ¿qué querían? Le decía, ¿de
qué me castigan?, yo no soy delincuente. No soy abigeo.
Y me dicen con palabras soeces, -carajo, todavía te
vas a poner liso, en lugar de que te calles, ¿por qué te
pones liso?- Me sacan una hoja, una relación, ¿le
conoces a fulano de tal, fulano de tal, fulano tal?-, algunos
vivían hay, algunos vivían en la comunidad, en
los campos.
Hay nomás de pronto, escuché voces de una mujer,
donde gritaba la mujer, -carajo, todos a la reunión-,
inclusive levantando de la madre. Recién dije, entre
mí, a esta es la subversión, terrucos. Me callé,
y me obligan a tener que llevarles a la casa del señor
Hilario Chalco. Me llevaban golpeando, pateando. Llegamos a
la casa, no encontramos, o no encontraron al señor Hilario
Chalco. Buscaron las otras casas, tampoco. De hay, me llevan
a la plaza del distrito el Progreso.
En la plaza, nos encontramos
con el señor Alejandro
Gómez Barrientos, nos encontramos con un Luis Barra
Pinares, nos encontramos con Bernardino Córdova Palomino,
Eloy Ocsahuanec, todos ellos también mancuernados y
nos han hecho arrodillar al medio de la población y
predicaban de todo en la asamblea. Decía, juez ¿no?,
oye Luis Barra, eterno juez, pero el caballero en ese entonces
ya no era ni juez. Porque en la primera incursión, habían
advertido, ya no era ya, después.
Pero sí, al señor Bernardino Córdova,
la base militar obliga a que asuma ser como autoridad del pueblo
como juez. Asimismo, el señor Eloy Ocsaguañec,
como teniente. Y a mi persona ya estuve como secretario de
organización del Frente de Defensa de los Intereses
del Pueblo. De pronto, hablaban de las autoridades que eran
eternos abusivos, pa los comuneros, me hablaban de mi director
del colegio ¿no?, director ¿no?, solamente eso
decían.
Y la población es testigo de todo lo que hablaban.
De pronto, al señor Alejandro Gómez, le sacan,
le llaman. Señor Alejandro Gómez, salga usted.
Salió, ya no lo vi de hay. Quedamos los cuatro. Aproximadamente
a las diez de la noche o a once de la noche, mi esposa no estaba
tampoco. Ella ha ido a verle también a sus papás
porque mis suegros viven a quince minutos también de
la población. Entonces, cuando termina, nos traslada
de la población, digo de la plaza a diez, a treinta
metros de la plaza, a los cuatro.
Más o menos a una distancia de un metro, no era mucho.
Y toda la gente gritaba. Si a ellos van a matar. Tendrán
que matarnos a todos. Mis hermanas gritaban. Tampoco mis papás
estaban.
Si a mi hermano le van a matar, mátanos a nosotros,
también. Y así escuchaba voces de toda la población.
Pero sin embargo, sin hacer caso, empezaron a tener que victimar
en mi delante, al pobre caballero de unos sesenta, setenta
años, a Luis Barra Pinares, disparándole de la
quijada para afuera, con fall.
Luego, empieza al pobre Bernardino
Palomino, donde me lo dicen -ah cojudo ¿no?, ahora sí tu eres el que habías
querido organizar la ronda campesina, ahora vas a organizar
con nosotros-. Y empiezan a dispararme. Tengo un orificio aquí,
a la altura del hígado y la salida llevándose
en pedazo de riñón en la altura del riñón.
He tenido que caer al suelo, desmayé. Así mueren
los perros. Me da todavía una patada. Y empiezan estos
cínicos a tener que desnudarme, a quitarme el pantalón,
el zapato. Todavía, la casaca, más.
Si la casaca,
no estaba ensangrentado y más no tenía
un reloj, estoy seguro que me hubieran vuelto a matar. En eso,
me quitaban , me sacaban la honda, me desataron la mano. Soportaba
todo el dolor. Reaccioné donde escuché, gritando
todavía, pidiendo auxilio a Eloy Ocsa. Y de pronto regresa
y le dice una mujer -carajo, métele cuchillo, por qué le
haces sufrir-. Y le aumentaron más balas a Eloy Ocsa.
Seguía yo tirado en el suelo, por supuesto escuchando
todo lo que hacían.
Y de pronto, también por supuesto ahí gritaban
mis hermanas, los niños lloraban. Decía -dos
minutos tienen para tener que recogerse a sus casas. Sino todos
ustedes van a morir-. Todos volaron. He tenido que levantar
la cabeza y tomar serenidad, coraje, valentía, a tener
que levantarme de hay, correr doscientos metros. En doscientos
metros he perdido todo el sentido porque he ensangrentado,
duramente.
He fugado, he fugado prácticamente mi vida, con esos
señores. Agarré fuerza de voluntad, nuevamente
he tenido que arrastrarme de cuatro patas hasta el río.
En el río, en el medio del río he tenido que
sentarme, donde me exigía líquido, agua, pura
agua tomaba. Pensé hay, ¿dónde voy a ir?,
decía voy ir a mi cabaña, a mi casa. O a la casa
de mi suegro. He tratado de tener que fugarme hacia un corral,
donde había una choza. En el corral, no he podido trepar
de cuatro patas. He decidido irme a una casa donde estaba distanciada
de la finada que en paz descanse Paulina Quispitera de Chalco.
Encontré a Hilario Chalco, en ahí, se asustó.
Le dije, -tráeme un sanitario-, no me trajo, le he quitado
una frazada de un cuero he amanecido esa noche. Tomando su
orina de la finada, de sus hijos, tomando el agua de chancho,
toda la noche. Y Al día siguiente he tenido que levantarme
de tres, digo de cuatro patas y de hincado nada más
a tener que hacer mi necesidad. Orinaba sangre. Le decía,
mandé a la señora, la señora empezó a
correr a la casa a avisar recién a mis familiares. Que
yo estuve, pero ya por entonces, me habían estado buscando.
El pueblo lloraba. Al ver ese ensangrentamiento, al ver en
la plaza de tres cadáveres y a mi no me encontraba y
felizmente cuando ya le avisó, me encontraron. Y digo,
esto gracias también a la parroquia del distrito del
Progreso, en ese entonces estaban las madres misioneras, quiénes
ellas vinieron a cubrirme a tener que atenderme pa ponerme
coagulante.
Nadie quería ayudarme de hay en la noche. En la noche
he tenido que ser trasladado solamente por dos personas, por
mi primo que en paz descanse Germán Oblitas y mi primo
Nestor Portugal, hasta la localidad de Coñamuro. Nadie
quería, mi señor padre inmediatamente se trasladó a
las cuatro de la mañana hacia la dirección, con
la dirección de Chuquibambilla y en medio camino se
encuentra con la camioneta de la parroquia de Chuquibambilla.
Que también estaba yendo con la dirección de
Progreso.
Gracias a los padres, también he sido trasladado hasta
la ciudad de Chuquibambilla. Amanecí en la ciudad de
Chuquibambilla, al día siguiente vengo a uno de los
nosocomios, de aquí, de Abancay y lo primero, era preguntarme ¿no?
darme las atenciones respectivas. Y no he conseguido una atención
legal en Abancay y eso a pesar que estaba hay su sobrino del
señor Luis Barra, doctor Luis Barra Pacheco, si no me
equivoco.
Y al día siguiente me programaron para mi operación,
no acepté al día siguiente dije, me voy al Cusco
al Seguro Social, soy asegurado. Me han dado mi transferencia,
me fui al día siguiente al Seguro del Cusco. Lamentablemente,
llegué a las diez de la noche y gracias al doctor Carlos
Morales, me atendió inmediatamente. Entonces, he estado
hospitalizado en hospital del Seguro Social, durante un mes.
Pasado el mes he tenido también que ser obligado de
irme a la ciudad de Chuquibambilla a tener que entregar mis
documentaciones.
Luego, de todo esto, ya mi familia, mis papás estaban
con la marcha hacia la ciudad del Cusco, cruzando los cerros,
los ríos, a pie. Una caminata de quince días,
con mis sobrinos menores, de tres, cuatro años, dos
años. Caballeros de sesenta años, setenta años.
No hemos encontrado cabida en las comunidades de la ciudad
del Cusco. Vuelta, mi madre, mi padre se deciden tener que
retornar hasta el distrito del Progreso a tener que vivir en
su pueblo no, mal visto como esos lugares. Nuevamente con sus
animales ha tenido que regresar hacia Progreso.
Carlos Tapia:
Señor Escobar, disculpe usted le estamos
muy agradecidos por toda la historia que nos está contando,
le quisiéramos pedir un favor, como tenemos todavía
otros testimonios y tenemos hora fija, le rogaría que
sin quitarle nada de todo el sufrimiento que usted ha tenido
pudiera resumir lo último de su historia para darnos
tiempo para poder escuchar los otros testimonios.
Walter Escobar:
Bien gracias, ya voy acabando ya. Unos cinco
minutitos suficiente, por favor. En ese entonces, cuando mi
papá, mi mamá regresaron a Progreso, lamentablemente
después de un año que estuvieron nuevamente,
mi hermano ha sido también presentado, nombrado por
la base militar de Chuquibambilla como presidente del Comité de
Autodefensa y nuevamente un ventiocho de junio de mil novecientos
noventitres, ingresaron venticinco hombres con armas de fuego
y blanca, a tener que buscarme a mi persona y a buscar a mi
hermano que en paz descanse, a mis papás y dónde
lo victimaron feamente. Y se lo llevaron los doscientos cuarenta
ovinos, los ganados caballares.
Ya de pronto, felizmente mi
hermano estaba en vida todavía,
horas nos a acompañado y reconoce a su madre y le dice
-mamá el fulano, fulano es el que me ha hecho esto-.
Han sido capturados, han sido detenidos, hace simplemente cuatro
meses, reo confeso. Sin embargo, hasta la fecha no hemos encontrado
ninguna justicia. El señor se encuentra en Estados Unidos,
quién es el Gonzalo Gutiérrez Trujillo. El director
responsable, quisiera que se tome dato de este señor,
porque se ha ido a Estados Unidos ilegalmente.
Definitivamente
yo quisiera pa terminar, largo es mi historia, todavía hay más. Justamente, esto es resumido
durante la noche en cuatro hojas nada más, pero sin
embargo estoy haciendo un documento donde voy a tener que sacarle
una revista. Solamente pido a la comisión revisora,
digo a la Comisión de la Verdad, a que a la familia
y a todos los testimoniantes nos den las garantías respectivas
y la seguridad, puesto de que, el quién habla trabaja
en el rincón del Perú profundo sin ninguna seguridad
y así he tenido que caminar ya por Cusco, por Collurqui,
por todos sitios, lamentablemente no he encontrado ningún
tipo de ayuda, ni apoyo.
Por otro lado, a nombre de todos los
que han sufrido en el distrito de Progreso, también
que nos haga un proyecto legal con todas las necesidades que
requerimos en nuestro distrito.
Muchísimas gracias señores de la Comisión
de la Verdad.
Carlos Tapia:
Señor Walter escobar, en realidad hemos
escuchado su testimonio. Entiendo que usted tendría
necesidad de mucho más tiempo para poder contar
todas las vicisitudes por las que ha pasado, pero de lo
que nos ha
contado hemos logrado apreciar la valentía de un
profesor que esta trabajando en lugares muy alejados, en
situaciones
increíblemente difíciles, sin recibir sueldo,
tramitando su sueldo, luchando por el desarrollo de su
distrito que curiosamente se llama del Progreso y su hermano
Julio encima
es muerto por el senderismo cuando organiza los Comités
de Autodefensa.
Tenga usted por seguro que la Comisión de la Verdad
va a tomar su testimonio, como un testimonio muy importante
y ojalá que algún día una calle del pueblo
del Progreso, del distrito del Progreso, lleve el nombre de
Julio Escobar. De esa manera haremos honor a todo lo que usted,
su familia y tantos otros miembros del distrito del Progreso
han tramitado por este calvario, que han sido los años
de la lucha contra la subversión, contra los excesos
de las fuerzas del orden. Muchísimas gracias por haber
venido y valoramos grandemente su testimonio.
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